Últimos gorilas de montaña del planeta

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sábado, 26 de noviembre de 2011

El llanto del glaciar Perito Moreno, Argentina

Hace ya 9 años y todavía resuena en mis oídos el crujir del hielo al romperse cayendo sobre el lago Argentino. El glaciar está vivo, se mueve y respira ante nuestra atenta mirada.
Era el mes de diciembre de 2002, acabábamos de aterrizar en El Calafate, en plena Patagonia Argentina, después de un eterno vuelo desde Madrid con escala en Buenos Aires. En esta ocasión me acompañaban algunos de mis mejores amigos (pocas veces había tenido la suerte de proponer un viaje como este y tener tanta aceptación). Aquel viaje, por muchas cosas, era importante para mí y era importante que ellos estuvieran conmigo en aquellos momentos.
Como podréis imaginar, aquella tarde la pasamos durmiendo después de tantas horas de viaje. Lo que nos había llevado hasta aquel lugar era, sin duda, el Parque Nacional de los Glaciares y, por supuesto, el majestuoso Perito Moreno.
Al día siguiente muy temprano salimos en bus hacia el lago Argentino, donde mueren los hielos eternos. La primera sensación que uno tiene al pararse frente al Perito Moreno es la inmensidad y la pequeñez al mismo tiempo. Me sentía una gota de agua en un océano de hielo. Mi vista no alcanzaba a ver el final allá lejos entre las montañas, simplemente, se perdía en el horizonte andino.
Nos dijeron que es de los pocos glaciares (si no el único) que se puede observar a tan solo unos pocos metros desde tierra firme. Pasamos unas 6 horas parados frente al glaciar y nos parecieron minutos.
Afortunadamente no había muchos turistas, apenas estábamos nosotros y algún pequeño grupo más. La primera vez que se hizo un silencio total entre nosotros, empezamos a disfrutar del Perito Moreno no solo con la vista, sino también con los oídos. El glaciar gritaba agonizante cada vez que se desprendía de su piel un pedazo de hielo que quedaba a la deriva en el lago.
Estando allí de pié ante una de las grandes maravillas de la naturaleza, en silencio, mirando con complicidad a mis amigos, llegué a sentir el orgullo de ser quien soy.
Todavía resuena en mis oídos el crujir del hielo al romperse...

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